INICIAMOSLA CARRERA DE PSICOLOGÍA Y LA DEDICAMOSA LOS FUNDADORES DE LA PSICOLOGÍA ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Psicología General
FUNDADORES | | | | | | | FREUD | WERTHEIMER | MASLOW | WUNDT | ROGERS | WATSON | JAMES |
PIONEROS DE LA PSICOLOGÍA | JULIAN DE SANZ | | | | KANT KANT | JJJJULJUIÁN JSANZ DEL RIO
| KRAUSE | MAINE DE BIRAN | FRANCISCO GINER |
1. Definición de la Psicología :, palabra que no estaba en el siglo XVIII, a pesar de la existencia de numerosos trabajos sobre el mecanismo del pensamiento, sobre el origen de las ideas. Dos filósofos alemanes, Wolf y el ilustre Kant hablan de “psicología empírica” y de “psicología rationalis”. Pero, apenas hace más de cien años que la palabra psicología es de uso corriente, tal vez debido a las obras del filósofo Maine de Biran. La filosofía de Krause fue introducida en España por Julián Sanz del Río (1814-1869), quien no daba mucha importancia a la psicología. Un discípulo de Sanz del Río, un krausista, fue el primero que se puso en contacto con ella y quien trabajó para el progreso de esta clase de estudios en España. Este krausista fue Francisco Giner de los Ríos (1839-1915), quien publicó en 1874 unas Lecciones sumarias de Psicología, las cuales constituyen el más importante de los trabajos sistemáticos de psicología escritos en castellano en el siglo XIX. Sin embargo, el empleo del término psicología pertenece hoy al lenguaje más común, y podría parecer que su definición no plantea ningún problema. ¿Acaso no sabe todo el mundo lo que significa “ser psicólogo” o “dar muestras de capacidad psicológica” en los diversos campos de la existencia? El seductor que encuentra las palabras más eficaces para conquistar a una mujer, modificando su táctica según las reacciones de su “presa”, el político que consigue disipar las reticencias de los electores, el representante comercial que consigue que le compréis un artículo que no os hace ninguna falta, adaptando sus argumentos a los gustos y a las ideas de cada cliente, el propio domesticador de animales, que hace ejecutar a éstos maniobras complicadas e inesperadas; todos ellos son —necesitan ser— psicólogos. Cualquiera que enseñe, cuide, compre o venda, cual quiera que dirija una organización, necesita de la psicología. Considerada en este sentido clarísimo y de gran actualidad, es, a la vez, el arte de actuar sobre los hombres (o, en términos más generales, sobre los seres vivos, si queremos reservar un lugar a la psicología animal) y el arte de comprenderlos; una técnica y una ciencia, por lo demás estrechamente relacionadas entre sí: se quiere comprender, para actuar. Sobre este particular la psicología más sabia no hace más que desarrollar, profundizar, enriquecer con conocimientos complejos y métodos sutiles y precisos, la psicología espontánea intuitiva, implícita, que todos nos vemos obligados a poner en acción en la vida cotidiana. Así, entre el vendedor ambulante que pregona sus corbatas al aire libre, y el especialista neoyorquino en “la búsqueda de las motivaciones”, émulo de Ernest Ditcher o de Louis Cheskin, que, con un ejército de investigadores, estadísticos y psicoanalistas, escudriña los deseos inconscientes de los consumidores, para descubrir los caminos más “rentables” de la acción publicitaria, no hay más diferencia que la de lo simple a lo complejo, del sentido común a la ciencia; pero el espíritu que anima la “investigación y la acción es exactamente el mismo, es el espíritu psicológico. Desgraciadamente, si el significado práctico, aproximado y actual de la psicología está bastante claro (y es en el fondo idéntico en el hombre de la calle y en el especialista), en cambio, el más somero estudio realizado sobre la historia de la psicología —empezando por el origen de su propio nombre— sólo puede suscitar las mayores dificultades teóricas, revelar la pluralidad y la contradicción de las interpretaciones, sacar a la luz múltiples equívocos. La Oxford American Dictionay nos hace entender a la psicología como el estudio de la mente, cómo trabaja y sus características mentales. El American Heritage Dictionary, nos dice que la psicología es la ciencia que trata con procesos mentales y su comportamiento; también con las emociones y las características de un individuo o de un grupo. Según el Dr. jaime Cervantes Perez: Antiguamente se conocía a la psicología bajo el nombre de filosofía. Los vedas hindúes, contienen el más antiguo record del examen del hombre de la mente y del espíritu. En la India todas las formas del yoga son esencialmente psicológicas y están descritas como uno de los seis sistemas de filosofía. En la edad moderna tenemos una época materialista y en los centros de cultura es imperdonable hablar del alma y si no se puede medir, es que no existe. Anteriormente se definía el alma como el principio vital de animación de una persona y concebido como una entidad no material y que sobreviviría a la muerte. La neurociencia moderna ha mostrado que el alma es en realidad el nombre que se le ha dado al proceso de información de la actividad del cerebro. Las nuevas técnicas de la imaginación han sido atadas de cada pensamiento y emoción a la actividad neural. Y cualquier cambio del cerebro por traumas, drogas, electricidad o cirugía, estos cambiarán la mente. Y nosotros nos quedamos perplejos de que la meditación, educación y la psicoterapia pueden actualmente cambiar los procesos en el cerebro. Y algunos como Paul Bloom argumentan que la distinción de cuerpo-mente se edifica en el modo de pensar de nosotros. Con todo esto para mucha gente, este descubrimiento de que el alma es la actividad del cerebro, implica una carga perniciosa de nuestra responsabilidad de nosotros mismos como especie. Desde el punto de vista científico, psicología es el estudio de la mente en un concepto de universidad, ya que la ciencia no admite el alma ni el espíritu. La palabra mente envuelve diferentes aspectos y funciones como son: la imaginación, la atención, el intelecto, la conciencia, la intención, la razón, la memoria y muchas otras cosas que existen dentro de nosotros y esto nos hace estar sujetos a la fisiología, a la genética, a la bioquímica. ¿Se preguntarán qué se estudia en la mente? pues bien, se estudia la naturaleza, el funcionamiento y su actividad mental, tales como la conciencia, la atención, la intención, la imaginación y concentración. En el estudio de la mente se debe definir qué cosa es la conciencia y qué es el inconsciente, con la aclaración de que los dos se encuentran dentro del cerebro. Definición de Conciencia: Es la estructura de la personalidad en que los fenómenos psíquicos son plenamente percibidos y comprendidos por la persona como son: darse cuenta del ambiente que le rodea a uno, de la existencia, de las sensaciones, los pensamientos y darse cuenta de los demás. Definición del Inconsciente: Según Freud, es un depósito de recuerdos obligados a ser olvidados por ser demasiado penosos, demasiado hirientes, para el yo de la persona y por lo tanto la conciencia no los tolera (es decir es la conciencia encerrada). En el béisbol hay claramente una agresión, el manager y el coach se dan cuenta de la capacidad agresiva que existe en los jugadores, hay muchos que sacan fuerza y astucia para agredir al contrario, muchas veces con mucha inteligencia. La inhibición de la agresión ocurre como resultado del trauma. El manager debe entrenar al jugador para ser agresivo hasta donde las leyes del béisbol lo permitan si no de qué forma se triunfa, porque no se puede ser un jugador pasivo, es decir uno no puede jugar para ser perdedor, indudablemente que un jugador agresivo conduce al éxito, pero todo tiene sus límites. SIGMUND FREUD 1866-1939 Freud dijo:: - El deporte es agresividad. Pero yo digo que si no se tiene agresividad en el béisbol y en la vida civil, entonces solo sirve uno de peldaño, para que el otro sea vencedor y uno es el que debe ser el triunfador. El béisbol reemplaza a las guerras, hay que luchar y luchar hasta vencer al contrario y una vez en el suelo, hay que perdonarlo, salir caminando con aires de grandeza y gran satisfacción al salir del estadio, los elogios y los aplausos son algo único, al beisbolista vencedor le sobra la testosterona. Las tendencias agresivas en exceso desarrolladas e insuficientemente educadas y dominadas nos conducen a la autoaniquilación. La psicología no tiene nada que ver con el misticismo, espiritualismo (comunicación con la muerte), los viajes astrales y como la ciencia no explica esto, entonces no se puede tomar esto como una realidad. Las nociones del cerebro y sus ideas han sido falsamente relacionadas con la religión, con el espiritualismo o misticismo. Hay algunas personas que han criticado lo que sucede en la mente con los rituales mágicos, los rosacruces, la scientology y es muy usual encontrar esto como no verdadero. La educación y el ambiente pueden influir bastante en los problemas como el crimen, la violencia, el abuso, la desviación sexual, pero últimamente se ha visto que estos problemas radican especialmente en la mente de la gente. En la actualidad, hay que distinguir entre desórdenes mentales y desórdenes físicos. Podemos también decir que la psicología es la ciencia de la vida mental o que es la ciencia del comportamiento humano. Se ha estudiado la Psicología con ayuda de la Medicina y la Sociología; hay algunos tópicos investigados por los psicólogos como la velocidad del dolor en las células nerviosas (Fisiología), la expresión de emociones en el hombre, también dicen que un gran cráneo hace pensar en un gran cerebro, esto tal vez sea fantasía. Los animales también aprenden, como los perros de Pavlov, en que trabaja la memoria. La hipnosis y el inconsciente de la mente fueron estudiados por el grupo de Freud. La psicología se ha expandido a campos muy amplios, como el comportamiento en su fase biológica, desarrollo de la Psicología, aprendizaje, percepción, pensamiento, personalidad, inteligencia, aptitudes, emoción, motivación, psicología social, el comportamiento anormal y estadísticas. Dicho en pocas palabras, la psicología del béisbol es el estudio de la conducta del beisbolista. Y aquí se estudia el modo en que los factores psicológicos influyen en el jugador, en su salud y bienestar personal, y al mismo tiempo que alcance su máximo rendimiento, así como también la manera influyente del medio que lo rodea. El Cerebro y la Mente son los componentes del aparato intelectual humano, nos permiten desarrollar las funciones que nos caracterizan como seres pensantes, no olvidemos que lo que diferencia nuestra vida de la de los otros animales es la vida mental. Nuestro cerebro tiene una delicada organización que gobierna las actividades motoras y sensoriales, utilizando extensas redes de células llamadas Neuronas, organizadas en forma de Tractos o Vías, y de Núcleos, que se encargan de elaborar y transmitir los mensajes (sean de órdenes o de respuestas a estímulos), desde la Sustancia Blanca del interior del Cerebro, a la Sustancia Gris de la Corteza Cerebral, y a través de la Médula Espinal al resto del organismo. Esto en cuanto se refiere al simple aparato de sustentación de las funciones biológicas del organismo, y de la relación de éste con su entorno físico en términos de simple supervivencia. Pero, ¿Qué nos sucede con la vida emocional e intelectual?, las que nos diferencian de otras especies de animales. Las que nos permiten tener alegría cuando ganamos un juego, hacemos una agarrada o bateamos un home run. Hasta el momento tenemos muy pocas pistas acerca de cómo el Cerebro logra la representación de nuestros pensamientos y sensaciones. Desde hace muchos años sabemos en cuales zonas del cerebro se producen las representaciones visuales o auditivas o del lenguaje, pero no es lo mismo “donde” que, “cómo”; no sabemos de que manera el cerebro retiene las conexiones lógicas que establecen las diferencias de la primera entrada con las de la novena entrada, o entre la imagen de un pitcher o de un center fielder. Estos fenómenos tienen origen en los microcircuitos del cerebro. No hay dudas que la actividad Fisiológica del Cerebro, es la causa de la "Experiencia Psicológica". Los pensamientos y los sentimientos, así como las sensaciones pueden ser iniciados, detenidos o alterados por químicos y electricidad, y esto produce señales que pueden ser perfectamente cuantificadas, categorizadas, e incluso "fotografiadas" mediante técnicas como la Tomografía, por Emisión de Positrones (PET). La conciencia no es más que el correlato de ciertos Eventos Cerebrales para producir la Experiencia Psicológica. Desde la aparición de la Teoría del Inconsciente, postulada por Freud a principios de Siglo, se acepta que la Conducta del jugador de béisbol, es el producto de la interacción de los procesos conscientes e inconscientes del Cerebro. Estos procesos, son el resultado de "interpretaciones individuales" que cada uno de nosotros tiene del mundo, y que son los responsables de la particular forma de valorar las experiencias, de todo tipo, que conforman nuestra vida emocional, sensorial e intelectual, y que nos hace únicos en nuestras valoraciones, de un mismo núcleo. Entonces: ¿Qué es lo que hace que cada uno de nosotros viva, sienta, e interprete el béisbol de manera tan diferente? Obviamente, las diferencias en las experiencias de cada jugador. La Psicología experimental responde que no se han controlado todas las variables. Sin embargo últimamente ha aparecido una respuesta para unos, inquietante y para otros excitante. La explicación proviene simultáneamente de la Biología y la Física Teórica. Existen en la Neurona unas estructuras llamadas Microtúbulos, en las cuales parecen desarrollarse importantes procesos relacionados con la memoria y la interpretación del Mundo. Se piensa que en los Microtúbulos se generan los procesos primarios de Memoria e Interpretación de los estímulos a nivel Neuronal. Estos procesos, quedan registrados o "guardados" en la estructura de una Proteína especial de memoria que se sintetiza sólo después que ha sucedido el estímulo, pero la estructura de esa Proteína de Memoria hará que tú recuerdes o interpretes un hecho de una manera particular, estará condicionada por un proceso, que por haberse realizado en los Microtúbulos, responde al Principio de Incertidumbre. El Hombre posee la única computadora que genera su propio Software a partir de un Hardware inicial, igual para todos los Seres Humanos. Este Hardware, comienza a ser alimentado desde el nacimiento, (y a lo largo de toda la vida), con estímulos de todo tipo, que aumentan, de una forma desmesuradamente grande la cantidad de información almacenada en el "Disco Duro". A su vez el Hardware, por una característica cerebral llamada "Plasticidad Neuronal" va multiplicando, a medida que crece, la capacidad de interconexión de sus Neuronas unas con las otras, lo que produce como resultado, un aumento no Aritmético, sino Geométrico de su capacidad de Procesamiento (el Procesador), en vastos sistemas de centenares de Millones de células que funcionan e interactúan de manera simultánea. Segun una de las mejores Enciclopedias del Mundo : La Wikipedia dice : Psicología De Wikipedia, la enciclopedia libre Psi, letra griega comúnmente asociada con la psicología. La psicología ("psico", del griego ψυχή, alma o actividad mental, y -logía, -λογία, tratado, estudio) es la disciplina que estudia los procesos mentales en sus tres dimensiones: cognitiva, afectiva y del comportamiento, a las que se pueden sumar las dimensiones moral, social y espiritual de la experiencia humana. La disciplina abarca todos los aspectos de la experiencia humana, desde las funciones del cerebro hasta el desarrollo de los niños, de cómo los seres humanos y los animales sienten, piensan y aprenden a adaptarse al medio que les rodea. La psicología moderna se ha dedicado a recoger hechos sobre la conducta y la experiencia, y a organizarlos sistemáticamente, elaborando teorías para su comprensión. Estas teorías ayudan a conocer y explicar el comportamiento de los seres humanos y en alguna ocasión incluso a predecir sus acciones futuras, pudiendo intervenir sobre ellas. La escritura 'sicología' es válida, aunque la forma recomendada es psicología, dado que no se trata de un problema ortográfico, sino de esencia, "Psi" de psyché significa alma (mente, conciencia) y por ende le da nombre a la Psicología como ciencia de estos fenómenos. 2. Los equívocos de la psicología: Al lado de la psicología que se practica —la del político, del comerciante o del seductor—, está la que se enseña; y aún diríamos mejor: las que se enseñan;pues la psicología que se enseña en nuestros institutos, y que forma parte de la enseñanza secundaria , parece muy diferente de la que se enseña a los estudiantes de la Facultad.  Burlarse de la filosofía, es filosofar de veras...", decía PascaL. La verdadera psicología se burla también de la psicología profesional, de una psicología novelesca, engreída y pedante. Todo el mundo hace psicología sin saberlo y sin quererlo, como Jourdain hacía prosa. Así, esta joven, fotografiada en el Festival de Música Pop de la isla de Wight, es, a la vez, objeto de estudio para la psicología social, y una psicólogo que se interroga, consciente o in conscientemente, sobre su vida interior. En el instituto, la psicología, confiada al profesor de filosofía, es una disciplina literaria. Su estudio prolonga la reflexión “humanista”. En las clases de bachillerato, los profesores comentan las grandes obras del teatro, de la poesía, de la novela. Explicar a Valle-Inclán o Lorca es, esencialmente, desmontar el mecanismo que determina el comportamiento de sus personajes, es analizar, en es tos, el “juego de las pasiones”. Las grandes obras literarias del siglo XIX español se prestan particularmente a esta clase de comentario. Son obras de “moralistas”, es decir, no de moralizadores, sino precisamente de psicólogos. Esta literatura psicológica es lugar privilegiado donde chocan diversas influencias: influencia cristiana (el cristianismo predispone al análisis interior, al exigir el examen de conciencia para la confesión) e influencia mundana (en los salones del siglo XIX, como en todos los salones mundanos, la gran cuestión es juzgar al prójimo y, para ello, descubrir sus secretos, analizarlo en profundidad). El profesor de filosofía propone a sus alumnos una materia psicológica más abstracta, pero conserva un carácter Literario y un poco retórico. Se trata de discurrir hábil mente sobre la memoria, sobre la pasión, sobre las relaciones entre el lenguaje y el pensamiento, sobre la imaginación, partiendo de ejemplos suministrados por estudios literarios anteriores. A los ojos de la mayoría de las personas cultas, la psicología que se enseña se reduce a esta disciplina literaria y sólo busca sus fuentes y sus ilustraciones en la poesía, el teatro y la novela. Y, sin embargo, la psicología que se enseña en las Facultades pretende ser mucho más que una parte de la filosofía o un apéndice de la literatura. La psicología en la enseñanza superior, se sitúa entre las ciencias humanas. Existe en España una licenciatura en psicología, independiente de los estudios filosóficos, que comprende las siguientes secciones: psicología experimental; psicología diferencial; psicología fisiológica; psicopatología; psicología de la personalidad y psicología social. Esta licenciatura comprende tres años de comunes y dos de especialidad. El título, que exige rudimentos de cálculo de probabilidades y un programa de “trabajos prácticos”, es decir, de experimentos de laboratorio, se otorga por la Facultad de Filosofía. Esta psicología científica se propone determinar, en lenguaje preciso y a ser posible matemático, las reacciones objetivamente observables en los seres vivos que se encuentran en determinada situación. Aquí, no se trata ya de “expresar el secreto de los corazones”, sino de medir comportamientos, de “poner a prueba” las aptitudes. Bajo el nombre de psicología, descubrimos, pues, una disciplina nueva, que no sigue en absoluto los mismos métodos que la psicología literaria y que — cosa tal vez más inquietante — no parece tener siquiera el mismo objeto. La psicología literaria estudia un campo interior, un mundo de pensamientos, de sentimientos; el filósofo americano William James escribe todavía en su Compendio de Psicología (1908) que la psicología es “la descripción y la explicación de los estados de conciencia como tales estados de conciencia”. La psicología científica moderna, en su forma más acusada, no quiere saber nada de la vida interior, de la conciencia; pero reconoce el lenguaje, la “función laríngea”, porque se trata de sonidos proferidos al exterior. Sólo se interesa por los comportamientos, por un objeto que pueda exteriorizarse, exhibirse en el espacio y ser, por ende, susceptible de medición científica. Cinco años después de que W. James propusiese la definición de la psicología que acabamos de citar, otro psicólogo americano, Watson, publicó en la Psychological Review un artículo en el que presenta la psicología como “el estudio de las reacciones objetivamente observables, que ejecuta un organismo en respuesta a los estímulos, a su vez objetivamente observables, procedentes del medio”. Esta psicología “objetiva” rompe ruidosamente los lazos tradicionales con la filosofía. En esto, no hace más que seguir el camino de todas las ciencias. Aristóteles  definió la filosofía como “totalidad del saber”, pero, sucesivamente, se fueron desprendiendo de ella muchas ciencias autónomas: las matemáticas y la astronomía, en la antigüedad; la física, en el siglo XVII, con Galileo; la química, en el siglo XVIII, con Lavoisier; la biología, en el siglo XIX, con Claude Bernard. El siglo XX —e incluso la segunda mitad del siglo XIX— vio nacer las que llamamos ciencias humanas: economía política, sociología, etnología y psicología. El propio hombre se había convertido en objeto de expresión matemática y de investigación ex perimental. La psicología científica, dice acertadamente un autor contemporáneo, “se parece al hombre joven, tanto más celoso de su autonomía, cuanto más reciente mente la ha conquistado” (Foulquié).Pero —si se mira más de cerca— la cosa no es tan sencilla. En primer lugar, el término mismo de psicología parece — si nos referimos a su etimología— estar en contradicción directa con el significado que se pretende darle. Hablar de psicología es evocar una ciencia del alma. Ahora bien, si es verdad que una ciencia es el estudio positivo de hechos que se dan en la experiencia y de las leyes que los rigen, la noción del alma es, por el contrario, de orden metafísico y religioso; en ella se ve, generalmente, el principio sobrenatural y libre, tal vez inmortal, de la vida espiritual y moral. Sin duda se puede tomar esta noción de “alma” en un sentido más concreto y más positivo. El “alma” de los psicólogos es la vida interior Así como existe un mundo exterior de cosas, de objetos físicos y químicos, accesibles a las ciencias de la materia, así existe también un mundo interior, concreto y vivo, de recuerdos, de de seos, de imágenes y de sueños. Pero, precisamente, un gran sector de la psicología moderna — que alardea de profesar la única psicología auténtica— no se interesa por este mundo interior, y sólo pretende estudiar, como he mos dicho, los comportamientos, las reacciones objetivas del organismo ante las situaciones. Semejante psicología, que se presenta exactamente como una “psicología sin alma”, no puede ser toda la psicología. La resistencia misma de la palabra “psicología”, que nadie ha intentado suprimir, expresa algo más que un fenómeno de permanencia lingüística. Por ejemplo, ¿se puede hacer un estudio profundo del “escrúpulo”, o incluso del dolor, rechazando sistemáticamente lo que ocurre en las con ciencias? ¿No perderían tales fenómenos toda su significación, si hiciésemos realmente abstracción de los estados de conciencia vividos a los que corresponden? La unidad de la psicología —es el título de una obrita de un importante psicólogo (D. Lagache)— está muy lejos de ser un hecho; es un problema que, en la hora actual, no ha sido aún resuelto. -Ni la propia psicología científica —que se opone en bloque a la psicología “literaria”— es por sí sola un sistema de conocimientos, ni siquiera de métodos, real mente unificado. La psicología experimental —estudio de relaciones objetivas provocadas en el laboratorio— nació a finales del siglo XIX. (el de Wundt, en Leipzig, 1878), la celebración de los primeros congresos internacionales de psicología (1889), la publicación de revistas especializadas como Psychological Review (1894); Année psychologique (1895); Archives de Psychologie (1901); Journal de psychologie (1904), o a través de las actuales publicaciones españolas, como el Anuario de Psicología, Boletín bibliográfico ICCE, Cuadernos de Psicología, entre otros, nos permiten situar con exactitud este nacimiento. Pero, desde mucho antes, había aparecido otra forma de psicología con pretensiones científicas. Divulgada a partir de 1843 con la creación de la revista titulada Annales Medico psychologiques. Esta psicología, de inspiración médica, muy distinta de la psicología de laboratorio, fue impulsada, principalmente, por Pierre Janet y Georges Dumas, que dieron formación a numerosos estudiantes. M. Lagache y Mme. Favez-Boutonier son actualmente sus brillantes sucesores. Parece in cluso que el estatuto de esta última psicología ha sido más aceptado, ha encontrado menos obstáculos en los medios oficiales, que el de la psicología experimental. Sin querer provocar una polémica, ni dar pruebas de malevolencia, podemos afirmar sin temor que el prestigio tradicional de la medicina influyó mucho en este reconocimiento oficial. Pero es justo observar que esta psicología —que es una psicopatología (estudio de las funciones mentales par tiendo de sus alteraciones en los estados morbosos) — encuentra sus fuentes en una reflexión sobre las enfermedades más difíciles de comprender y más difíciles de curar: las enfermedades mentales. Sin pretender negar la importancia y los triunfos de la psiquiatría contemporánea, hay que confesar que nos hallamos aquí en él sector más oscuro de la medicina: en él, las hipótesis —por no decir las conjeturas— son tan numerosas como los hechos bien establecidos. Parece, pues, muy difícil dar sin tropiezo una definición de la psicología, precisa y única. La psicología contem... Se plantea el problema de saber si el psicólogo profesional es más competente que el novelista, o es por el contrario, un gran novelista como Marcel Proust puede ser más psicólogo que los más grandes especialistas de la Sorbona o del Collége de Francia. La historia nos dice que Marcel Proust asistía a los cursos de Bergson en el mismo Collége de Francia y sacaba gran provecho de ellos. Pero, ¿acaso no es En busca del tiempo perdido un tratado de psicología tan rico en enseñanzas como la Energía de HenriBergson?...poránea aparece como un conjunto complejo de estudios diversos, por no decir dispares. Para dar una idea bastante completa de ello, es, pues, indispensable ofrecer a nuestros lectores una historia de la psicología, a partir de sus más remotos orígenes. Trataremos, pues, de sorprender en sus fuentes las tan diversas corrientes cuya conjunción— todavía tumultuosa — constituye el complejo campo de la psicología actual. 3.El "Conócete a ti mismo " Socrático :Si es verdad que la psicología es ante todo una interrogación del hombre sobre sí mismo, sobre su propia individualidad, y también sobre las otras individualidades, se comprende que no hubiese psicología en las civilizaciones arcaicas. Pues el hombre primitivo apenas si tiene una individualidad distinta de la del grupo. Obedece ciegamente a las costumbres y a los tabúes de su tribu (sabemos, por ejemplo, que el suicidio ritual se practicó sin dificultades ni rebeliones en numerosos pueblos). El problema psicológico sólo se plantea concretamente cuando el individuo deja de someter exactamente su pensamiento y su conducta a las exigencias de la moral colectiva. Pues son los móviles individuales, las pasiones, quienes sustraen al individuo de la ley común. El retorno a uno mismo, el descubrimiento de la singularidad psicológica, es aquí inseparable de la reflexión moral; el individuo descubre su yo original precisamente al juzgarse, al acusarse de haber desobedecido la ley, un poco a la manera del niño que adquiere conciencia de la singularidad de su yo a raíz de su primera mentira. En el mismo sentido, los escépticos, por ejemplo los sofistas griegos, descubren el yo —como sujeto del conocimiento— con una especie de angustia. El acto de conocimiento, al principio inconsciente y total mente ingenuo, se borra ante el objeto conocido, ante el mundo que ocupa todo el escenario. Pero muy pronto la experiencia del error enseña que el conocimiento es el acto de un sujeto, que es el yo quien cree conocer y quien se engaña. El descubrimiento de los innumerables errores debidos a la subjetividad de los sentidos, a las ilusiones de la pasión, a la sugestión de los hábitos, introduce en la intimidad de la singularidad psicológica. En vez de una verdad universal y objetiva, el acto de conocimiento sólo produce, a menudo, errores particulares que devuelven a las disposiciones subjetivas de la propia persona. El campo de la subjetividad se descubre, pues, como un fracaso de la mente a alcanzar valores universales. El pecado que vulnera la ley moral, el error que vulnera la verdad: he aquí los primeros temas de interrogación psicológica. Lo psicológico es el accidente, es algo negativo, es lo que priva de lo universal. El descubrimiento psicológico será pues, ante todo, inseparable del esfuerzo de corrección moral, del afán de reconciliación con lo universal. Sólo hay que curar lo singular.Por ejemplo, cuando Sócrates  nos pide que adoptemos la fórmula grabada en el frontón del templo de Apolo en Delfos,  “Conócete a ti mismo”  ,hace falta entender que este imperativo socrático tiene una significación moral, más que psicológica. Cierto que el individualismo democrático —la diversidad de intercambios comerciales y de contactos humanos—, los conflictos de las ciudades y de las clases sociales, la crisis de conciencia provocada por la guerra del Peloponeso, crearon en Atenas condiciones particulares que favorecieron el nacimiento de una reflexión psicológica. Pero, si Sócrates nos invita a conocernos, es ante todo parareformarnos. Se trata, sí, de ver claro en nosotros mismos, pero con el fin de expulsar de nuestros pensamientos los errores y las contradicciones, de aprender a dominar nuestros impulsos, a lograr un equi librio, un arte de vivir según la verdad y la justicia. Sócrateslo dice claramente a Calicles en el Gorgias: “El tema más bello de discusión es saber lo que el hombre debe ser, a qué debe aplicarse y hasta qué punto, ya sea en la vejez, ya sea en la juventud.”Conocerse es descubrir en uno mismo —más funda mental que prejuicios, egoísmo y pasiones—- la razón universal. Calicles pretende pensar que vale más cometer una injusticia que padecerla, y Sócrates sostiene la opinión contraria: ¡Vuelve a ti mismo, Calicles, razona atentamente y te darás cuenta de que no pensabas realmente lo que creías pensar, y que, sin saberlo, estabas en el fondo de acuerdo con Sócrates! “Estoy convencido de que tú y yo, y todos los hombres, pensamos que cometer la injusticia es un mal mayor que sufrirla.” Conocerse a sí mismo es, para Sócrates, escuchar dentro de sí la voz de la Razón universal y eterna, condición única para estar en paz con sigo mismo y con las otras conciencias razonables. Precisamente esta interpretación moral del análisis psicológico justifica, a los ojos de Sócrates, el desprecio por las cosmologías y la ciencia del mundo. Debemos conocernos a nosotros mismos, porque somos nosotros mismos aquellos a quienes debemos gobernar. ¿De qué sirven las con jeturas de la “física”, las teorías sobre el devenir, sobre los átomos, sobre la estructura del universo? Estas especulaciones orgullosas e inciertas son absolutamente inútiles. A Dios, no a nosotros, corresponde dirigir el Cosmos:“aunque los filósofos llegasen a conocer las leyes que regulan el nacimiento de todas las cosas, ¿podrían hacer a voluntad los vientos, la lluvia, las estaciones o cualquier otra cosa parecida de la que tuviesen necesidad?” Lo esencial es obrar, y obrar bien. Dado que la ciencia, en la época de Sócrates, no era lo bastante madura para engendrar técnicas, la única acción fecunda era la del yo sobre el yo, es decir, la sabiduría; la regla del “conócete a ti mismo” es una ética; todavía no es una psicología. La primera respuesta que pudo dar la psicología profesional a la pregunta “¿Cómo puede uno conocerse?", fue la de la introspección. Para conocerse uno mismo, hay un solo método de trabajo: el conocimiento de sí, por sí. Taine decía: “La introspección es a la psicología lo que el ojo es a la óptica. “Pero, aunque necesaria, esta técnica no es suficiente. Ribot le reprochaba que era incompleta (sólo se dirigía al adulto blanco, sano y civilizado), imprecisa (no se servía de instrumentos de medición) e inexacta (pues uno se miente a sí mismo). En todo caso, contrariamente al dicho, el amor no es forzosamente ciego, sino que, con frecuencia, es instrumento de conocimiento del otro y de uno mismo. ¿Será que es cierto que el Amor es ciego? O será pura y neta atracción hacia la belleza física que le gusta a uno y atrae?  ¿Por qué es que esa atracción física mal llamada "enamoramiento ciego" se pierde cuando la pareja llega a su vejez? Porque ya no tiene la misma fresca belleza. Sencillente ya no atrae por su físico; pues ya la belleza física cambio al correr de los años. 4.De las Confusiones de Aristóteles a las distinciones de Descartes:Aristoteles primero que nos brinda una especie de tratado sistemático de psicología, su tratado Del Alma (Peri psyqué). La noción de alma no tiene aquí la resonancia espiritualista a la que estamos hoy acostumbrados. No olvidemos que, para los antiguos, el alma es el “soplo vital”, el principio de la vida, tanto como el principio del pensamiento. Esto es lo que quiere decir Aristóteles cuando escribe que el “alma es la forma de un cuerpo natural que tiene la vida en potencia”. Dicho en otras palabras, el alma es lo que “anima” la materia que constituye un cuerpo, lo que hace de ella un organismo vivo y que funciona con vistas a determinados fines. Así, las plantas poseen un “alma vegetativa”, que asegura las funciones de la vida vegetal. Los animales tienen esta misma alma vegetativa y, además, un “alma sensitiva”, fuente de sus funciones biológicas específicas. A las dos almas precitadas, el hombre añade un “alma racional”. Estas almas son, pues, entidades abstractas, sin duda tan pasadas de moda como el “principio vital” o la “virtud dormitiva del opio”. Por otra parte, vemos que el campo de la “psicología” aristotélica (si se nos permite traducir por “psicología” su Tratado del alma) no abarca exactamente lo que nosotros entendemos por este término. Sin embargo, no hay que ser injusto con la memoria del gran filósofo. Al ver en el alma la forma del cuerpo vivo, y no una sustancia aislada de la materia, prepara la psicofisiología moderna. Y cuando estudia los órganos del conocimiento, órganos del sentido externo (los cinco sentidos) y órganos del sentido interno (sentido común, imaginación, memoria), aborda problemas que in cluso en la actualidad forman parte de la psicología. En cuanto a la confusión (psicología-biología-física) que en ciertos aspectos es indiscutible en Aristóteles, conviene mucho aclarar su sentido. Se podría creer, partiendo de las definiciones del alma que formula, que su psicología es una especie de biología o de física. Pero hay que comprender que lo cierto es lo contrario y que, para Aristóteles, como para todos los pensadores antiguos y — con mayor razón— para las cosmologías ingenuas de los pueblos primitivos, toda explicación del mundo y de la materia es siempre —involuntariamente— psicológica. Ved la física de Aristóteles. Distingue, por ejemplo, dos clases de cuerpos: los cuerpos pesados o “graves”, y los cuerpos ligeros. Los cuerpos ligeros (el humo) van espontánea mente hacia arriba, mientras que los graves (una piedra) se mueven por sí solos hacia abajo. Arriba y abajo represen tan, respectivamente, el “lugar natural” de los cuerpos ligeros y de los graves. Los cuerpos inertes se asimilan pues, involuntariamente, a hombres que se esfuerzan en volver a encontrar su “casa”. Incluso la aceleración de la caída, que no escapó a la aguda observación de Aristóteles, se explica de una manera ingenuamente psicológica. La piedra “desea ir abajo” y acelera su movimiento, como los caballos que, según se dice, van más de prisa cuando “huelen el establo”. De una manera general, la física de Aristóteles explica todos los cambios del universo por el paso de la potencia al acto, por la realización de una finalidad concebida a imagen del deseo humano. La acción física es inconscientemente interpretada par tiendo de la acción humana voluntaria. Hay una dualidad entre agente y paciente. El “motor” supremo es, él mismo, inmóvil. Actúa como objeto de amor, por la atracción que inspira a la imagen de los ideales que determinan los comportamientos humanos.Este “animismo”, este pan-psiquismo, caracteriza todo el pensamiento primitivo. Es la clave de todas las supersticiones. Las fórmulas más extrañas de los alquimistas, transmitidas y aceptadas durante toda la Edad Media, encuentran aquí la explicación de su auge. Deben su prestigio a los valores psicológicos a los que envuelven oscuramente. ¿Por qué aconsejan los alquimistas del siglo XI al artesano que “temple el hierro en orina de macho cabrío” para hacerlo más duro? Porque, según ellos, hay que “templar” el hierro como se “templa” el carácter, es decir, ¡sometiéndolo a una prueba denigrante! Sin embargo, esta extensión universal de la psicología—que invade, como se ve, toda la física— no es, de hecho, más que una ausencia real de psicología. Si las transformaciones de la materia se interpretan, de tan buen grado e ingenuamente, a imagen de las peripecias del alma humana, ello se debe precisamente a que el psiquismo humano no es todavía objeto de ninguna problemática pro funda. El hombre no es todavía un problema; es inmediatamente inteligible. El primitivo explica psicológica mente la tempestad, como un acceso de cólera de Eolo. La pasión de la ira no es aquí un problema; es una solución. La idea de que el hombre es más complicado y más oscuro que la materia — idea que se nos ha hecho familiar en el ambiente de la ciencia moderna— escapa absolutamente al pensamiento primitivo. Explicar la materia es, para el pensamiento precientífico, proyectar sobre el mundo de las cosas inertes esquemas psicológicos rudimentarios, sacados de una experiencia muy sumaria de la humanidad. Vemos, pues, que, en esta fase, no existe una auténtica psicología, como no existe una física positiva.La importancia privilegiada del sistema de Descartes reside precisamente en el hecho de que rompe brutalmente con las formas aristotélicas (tan próximas a las formas primitivas) de la explicación. Allí donde Aristóteles, seguido de toda la escolástica medieval, confunde, Descartes  distingue. A partir de entonces, el mundo del alma está separado del mundo de la materia. Hay, como dice Descartes en lenguaje filosófico, dos sustancias distintas. El alma, que nada tiene ya que ver con un principio vital (los fenó menos puramente biológicos se explican por leyes mecánicas, y el animal deja de ser “animado” para convertirse en máquina), es el único principio del pensamiento. El hombre, por el hecho de pensar, de razonar, tiene un alma, y el animal no la tiene. En cuanto a la materia, se reduce, según Descartes, al espacio geométrico: dicho en otras palabras, todos los cambios que se producen en la materia pueden reducirse a desplazamientos en el espacio. Por ejemplo, razonamos actualmente en cartesiano cuando reducimos los colores y los sonidos a movimientos vibratorios mensurables.En tales condiciones, ¿en qué para el ser humano? El alma y el cuerpo constituyen dos sustancias distintas, que requieren formas de explicación absolutamente diferentes. El funcionamiento del cuerpo humano debe explicarse de una manera puramente mecánica, como el animal, como cualquier fragmento de materia. El alma humana, sustancialmente distinta del cuerpo, corresponde a un tipo absolutamente distinto de inteligibilidad, que entra en el campo de la metafísica. En sus Meditaciones metafísicas (resumidas en la parte cuarta del Discurso del método), Descartes reproduce el itinerario de sus descubrimientos espirituales. Metódica y “provisionalmente”, empieza por dudar de todos sus conocimientos; entonces se da cuenta de que hay una cosa de la que no puede dudar: el hecho mismo de que, en este momento, está dudando y pensando. Aquí, la reflexión del filósofo se vuelve- metafísica, desviándose de los objetos de pensamiento para orientarse hacia el acto mismo de du dar, hacia el acto mismo de pensar en los objetos y de interrogarse sobre ellos. Aunque todo lo que pienso sea falso, hay una cosa verdadera, indiscutible y que resiste a todos los ataques de la duda: es la existencia de un principio espiritual, la existencia de mi propio pensamiento; puedo dudar de que el mundo existe, puedo dudar de que tengo un cuerpo, pero no puedo dudar de que yo, sujeto pensante, existo: “Supe, por esto, que yo era una sustancia cuya esencia y naturaleza toda no consiste más que en pensar, y que, para existir, no tiene necesidad de ningún lugar, ni depende de ninguna cosa material. De suerte que este yo, es decir, el alma por la que soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo e incluso más fácil de conocer que éste, y, aunque éste no fuese nada, ella no dejaría de ser todo lo que es.”Si el cartesianismo no pasase de aquí, sería difícil hablar de una psicología cartesiana. Entre la metafísica del alma y la física del cuerpo, parece no haber sitio para una psicología positiva. Cierto que la psicología universitaria francesa del siglo XIX, desde Maine de Biran hasta Bergson, debía inspirarse, como veremos, en la concepción cartesiana del cogito. La idea de un yo espiritual, perfectamente distinto del cuerpo, había de tener un gran porvenir filosófico. Pero, en fin, esta “filosofía del espíritu” no será nunca una forma de metafísica, ni siquiera cuando se denomine psicología —por una especie de timidez o para asegurarse el prejuicio favorable que se otorga a los estudios “concretos”—. En realidad, hay en Descartes investigaciones de un orden completamente distinto, y en las que la psicología contemporánea más científica había de encontrar poderosas fuentes de inspiración. En efecto, si, para Descartes, el alma y el cuerpo son dos sustancias distintas, no es menos cierto que, en el hombre, estas dos sustancias están estrechamente ligadas y reaccionan entre sí. La vida orgánica actúa sobre la vida de la mente y la vida de la mente actúa sobre la vida orgánica. El poder del organismo sobre la mente aparece claro desde el momento en que reflexionamos sobre el fenómeno de las “pasiones”. Descartes llama “pasión” a todo “pensamiento que es excitado en el alma sin el concurso de su voluntad, por sólo las impresiones que están en el cerebro”. La pasión expresa, pues, la esclavitud que nuestro cuerpo impone a nuestra alma. Descartes, en su Tratado de las pasiones y en Cartas a Elisabeth, sienta las bases de una técnica de gobierno de las pasiones que parece, en ciertos puntos, extraordinariamente moderna, y de la que encontramos algo en la psicología y en la medicina mental actuales.La clave de la teoría cartesiana de las pasiones es el descubrimiento de las asociaciones de representaciones y movimientos, de los lazos ideomotrices. Descartes escribe a Elisabet: “La construcción de nuestro cuerpo es tal que ciertos movimientos siguen naturalmente en él a ciertos pensamientos.” Las representaciones mentales orientan a los “espíritus animales” cuyo movimiento determina las pasiones. A su vez, las pasiones pueden mover a los “espíritus animales”, suscitar representaciones mentales, orientar la voluntad. “El sentimiento del miedo inclina a querer huir; la intrepidez, a querer luchar. El principal efecto de todas las pasiones en los hombres es que incitan y predisponen a su alma a querer cosas para las que preparan a su cuerpo.” Descartes trataba ya de explicar la angustia y los trastornos mentales por con flictos de representaciones asociadas a movimientos contradictorios: “Cuando el miedo nos presenta la muerte como un mal extremo y que sólo puede evitarse con la huida, la ambición, por su parte, nos presenta la infamia de esta huída como un mal peor que la muerte. Estas dos pasiones agitan diversamente la voluntad, la cual, obedeciendo ora a una ora a otra, se opone continuamente a sí misma y hace el alma esclava y desdichada.” La importancia otorgada por Descartes a las asociaciones ideomotri ces prefigura la medicina psicosomática, es decir, la explicación y la terapéutica de los trastornos orgánicos por factores psicológicos, y viceversa. En su correspondencia con Elisabet, subraya Descartes que si, de una parte, “la salud del cuerpo ayuda mucho al espíritu a expulsar las pasiones que coadyuvan en su tristeza”, de otra parte, “cuando el espíritu está lleno de alegría, contribuye mucho a hacer que el cuerpo se sienta mejor”. Observa “los grandes cambios que la cólera y el miedo provocan en el cuerpo”. Cree, incluso, que no se podría asistir impunemente todas las noches, al teatro, a la representación de tragedias “cuyos actos fuesen todos funestos”. Pues los pensamientos tristes trastornarían la circulación de la sangre, lo cual no dejaría de “obstruir el bazo” y de “alterar el pulmón”. En esta perspectiva, Descartes se muestra resuelto partidario de una psicoterapia de sugestión. La voluntad puede actuar sobre las re presentaciones de la imaginación, que, a su vez, orientará las actitudes pasionales. Por esto, Descartes sólo dirige a Elisabet cartas optimistas y serenas, que ésta pueda “abrir a cualquier hora, sin temor a que perturben la di gestión de las aguas”. Invita a cultivar pensamientos ale gres, a “librar su espíritu”, no sólo de las imágenes tristes, sino también de todas las “meditaciones serias” y a contemplar de vez en cuando “el verdor de un bosque, los colores de una flor, el vuelo de un pájaro”. Descartes asegura que, con esta técnica, restableció su propia salud, tan frágil durante su infancia. Incluso pretende poder orientar, así, el curso de sus sueños. “Puedo vanagloriarme de que mis sueños no representan jamás nada desagradable.”Más aún: Descartes adivinó, antes que Pavlov, que también se podían romper, mediante el adiestramiento, los circuitos nerviosos que suelen asociar tales imágenes y tales movimientos. “Aunque los movimientos... del cerebro que representan al alma ciertos objetos estén natural mente unidos con los que excitan en ella ciertas pasiones, pueden, sin embargo, ser separados de ellos por el hábito y unidos a otros muy diferentes.” El 18 de marzo de 1630, Descartes escribe a Mersenne: “Si se hubiese azotado bien a un perro, cinco o seis veces, al son del violín, en cuanto oyese otra vez esta música empezaría a ladrar y saldría corriendo.” Todo esto demuestra que no es exagerado decir que las grandes corrientes de la psicología ulterior encuentran su origen en el riquísimo pensamiento de Descartes: la psicología espiritualista de la vida interior, parte de su cogito, de su descubrimiento del alma; la psicología animal, la psicología “sin alma” de los especia listas del comportamiento, es prolongación de su teoría del animal-máquina, cuyas conductas se explican todas por excitaciones exteriores transmitidas a los “engranajes” del organismo; en fin, el psicoanálisis y la teoría de les reflejos condicionados (sobre cuya importancia en el mundo actual habremos de insistir) están en germen en el Tratado de las pasiones. La psicología dejó muy pronto de ser únicamente “ciencia del alma” o conocimiento de uno por uno mismo, y trató de hacerse objetiva. Augusto Comte reprochaba la introspección. “uno no puede, al mismo tiempo, mirarse desde la ventana y pasar por la calle" De aquí las tentativas de psicología impersonal realizadas durante el siglo XIX en diferentes países y, sobre todo, en Alemania, Inglaterra y Rusia. Descartes se había anticipado a Pavlov, sin embargo, fue en América, con Watson, donde nació la psicología “en tercera persona “el behaviorismo o psicología del comportamiento. Ahora observaremos una hermosa y gran pintura de Descartes:  5. Psicología de la Vida Interior : Agruparemos, bajo este título, doctrinas muy diversas. Sin embargo, tienen un punto en común: aquí, la psicología se considera como estudio del alma, como estudio de lo que ocurre en la conciencia humana. Por lo -tanto, y con todo rigor, el hecho psíquico no tiene más que un testigo:nosotros mismos. “Solo tú —decía Montaigne  — sabes si eres cobarde o cruel o devoto. Los otros no te ven; te adivinan por conjeturas inciertas.” El único método posible de observación es, pues, la vuelta de uno mismo sobre sí mismo, la introspección. “En psicología —dirá Maine de Biran—, la observación no es más que recogimiento.” Así, incluso cuando los psicólogos de la vida interior, los psicólogos “en primera persona”, se dicen científicos, cuando invocan la experiencia, cuando pretenden buscar muy positivamente las leyes de la vida mental y el determinismo de la mente, hay que reconocer que la experiencia sobre la que se fundan es una experiencia subjetiva, singular. Como máximo, esta experiencia se compara con el buen sentido común, con las ideas generales extendidas en todas partes sobre el alma humana, con las “lecciones de la vida”, con la “sabiduría de las naciones”. Aquí no puede haber verdadero rigor científico.Sin embargo, las intenciones de un Condillac  , ponemos por caso, son totalmente opuestas a la metafísica. En su Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos. Tres métodos son posibles para tratar de comprender el psiquismo humano. O bien uno intenta conocerse a sí mismo, a la manera socrática o como en el cogito de Descartes,cosa a la vez difícil y desusada; o bien se trata de estudiar el comportamiento exterior de un individuo, partiendo de sus reacciones más superficiales para imaginar lo que debería ser su yo profundo; o, en fin, se practica la psicología en segunda persona que trata de analizar al otro en su relación más auténtica consigo mismo.(1746) y en su Tratado de las sensaciones (1755), intenta fundar una psicología genética. Según él, nuestros estados de conciencia complejos se derivan de estados más simples, y, en particular, nuestras ideas proceden de las sensaciones; no son más que sensaciones diversamente combinadas. En realidad, Condillac no intenta siquiera un análisis auténtico de la conciencia, sino que se lanza por el camino ambicioso y arbitrario del método sintético. Por muy empirista que se diga, razona a priori. Parte de la sensación elemental y, sobre esta base hipotética, reconstruye por deducción todo el psiquismo. La atención, por ejemplo, no es más que una sensación exclusiva. “Una sensación se convierte en atención, ya porque está sola, ya porque es más viva que todas las demás, sin que sea necesario suponer nada más en el alma.” Si la atención es una sensación única, la reflexión no es más que una sensación en se gundo grado, la sensación de una sensación. El concepto es una sensación que simboliza otras; por ejemplo, la idea de hombres es una sensación visual (si leo la palabra) o auditiva (si la oigo) que remite a otras sensaciones (la vista de los diversos hombres concretos). El juicio se limita a asociar diversas sensaciones (juzgar que la nieve es blanca es asociar la sensación de nieve con la de blancura).Encontramos aquí la noción de “asociación”, que re quiere mención especial, porque adquirió gran importancia... en la psicología de los siglos XVIII y XIX. A decir verdad, Aristóteles había indicado ya claramente —y Spinoza  después de él— la propiedad que tienen los estados de conciencia de atraerse los unos a los otros, de acuerdo con leyes bastante simples; la ley de contigüidad: la idea de un objeto evoca espontáneamente la idea de otros objetos que de ordinario están junto a aquél: por ejemplo, el encuentro con un amigo me hace pensar en seguida en la ciudad donde vive; la ley de contraste: una idea puede evocar espontáneamente otra idea en contraste con ella (amo me hace pensar en esclavo; grande, en pequeño; ne gro, en blanco, etc.); la ley de semejanza: la idea de un objeto evoca fácilmente la idea de objetos parecidos (una anguila me hace pensar en una serpiente). Los psicólogos del siglo XVIII, Hume en particular, pensaron que estas leyes de asociación podían ejercer en psicología un papel tan importante como la ley de atracción universal, descubierta por Newton, en el campo de la astronomía y de la física. Hume declaraba que su ambición era llegar a ser “el Newton de la psicología”. Los “asociacionistas” proponen un sistema filosófico en el que la totalidad de la vida mental se explica partiendo de la asociación de ideas: la percepción sería una asociación de sensaciones; la imaginación, una asociación de imágenes mentales, que no son más que sensaciones debilitadas; la personalidad sería solamente una asociación de recuerdos. Esta psicología asociacionista es duramente criticada en la actualidad; se le reprocha el haber caricaturizado la vida mental, al representar nuestros estados psíquicos como “átomos” mentales de contornos bien definidos y que se atraen según leyes mecánicas. Pero las críticas, hoy tan fútiles, del asociacionismo, no tienen todas el mismo alcance. Algunas proceden de filósofos puros que, en el fondo, censuran a los asociacionistas por negar la libertad de la mente, tratando de explicar el desarrollo de nuestros pensamientos por leyes de asociación. Esta objeción va de hecho dirigida — en nombre de una metafísica espiritualista— contra toda clase de determinismo psicológico; al condenar el asociacionismo, condena a priori toda psicología científica.Pero los psicólogos más positivos de nuestros días muestran igual severidad contra el asociacionismo. Le reprochan, con razón, no haber hecho observaciones lo bastante extensas, lo bastante precisas, haber querido sistematizar en seguida, haber querido, con la ambición ex trema que caracteriza a menudo a una disciplina en sus comienzos, explicar por un solo principio la totalidad de la mente humana, en vez de contentarse con explorar humildemente, pero con precisión, algunos campos claramente delimitados. El asociacionismo fue una filosofía, más que una psicología.Pero no es menos cierto que le debemos algunos descubrimientos destinados a tener un gran futuro, por ejemplo, la ley de la transferencia afectiva. La “transferencia afectiva” no es más que un caso particular de la ley de contigüidad. El avaro que, al principio, ama como todo el mundo los bienes de la vida, acaba por amar el dinero en sí’ mismo, porque el dinero es el medio inmediato de procurarse aquéllos. El hombre piadoso que vellera a un santo, venerará —asociación por contigüidad— sus reliquias. Podemos cobrar afecto (asociación por semejanza) a alguien que nos recuerde a una persona a la que hemos amado. Tal vez John Stuart Mill sospechó la importancia de la ley de transferencia cuando escribió que “la ley de asociación por contigüidad es la clave mejor para penetrar los misterios más profundos de la ciencia de la men te”. Sin embargo, el trabajo de los filósofos asociacionistas se ve minimizado por la extrema futilidad y el escaso interés de los ejemplos, de las situaciones concretas de las que extraen sus leyes. Que por transferencia se pueda amar el oro en sí mismo, después de haber amado lo que procura, o se puedan venerar las reliquias después de haber amado al acto, es algo que, a decir verdad, también sospechábamos nosotros antes de leer a Hume  , James Mill, Stuart Mill  o Taine. Es curioso observar que, en aquella época, las sugestiones psicológicas más penetrantes no se encuentran en estos filósofos-psicólogos, sino en los novelistas y en los autores de confesiones. Jean Jacques Rousseau —que fue amigo de Hume, pero leyó muy poco sus libros y tal vez no conoció la ley de asociación— refiere que, cuando tenía doce años, fue azotado un día por Mlle. de Lambercier y que, en aquel momento, se hallaba casualmente en estado de erección sexual; más tarde — nos dice—, el dolor y la humillación constituyeron para él un estímulo muy eficaz de la excitación erótica. He aquí una explicación “asociacionista” del maso quismo que, ya en el siglo XVIII, prefigura esquemas que el freudismo había de popularizar en nuestros días. Pero, ¿no es curioso observar que quien da tal explicación es un hombre de letras, un novelista, y no un psicólogo teórico?Los psicólogos introspeccionistas, que criticaron en el siglo XIX a los asociacionistas, no eran en modo alguno “científicos” que les reprochaban su espíritu de síntesis prematura y la pobreza de su “material experi mental”. No; eran simplemente otros filósofos que se limitaban a oponer, al materialismo mecanicista de aquellos “ideólogos”, su metafísica espiritualista. Hay que citar aquí a Maine de Biran, cuyos trabajos contribuyeron, en la primera mitad del siglo XIX, a difundir la palabra psicología, aunque su psicología sea más bien considerada en la actualidad como una forma de metafísica.Maine de Biran reprocha sobre todo a los asociacionistas, a Condillac, a los “ideólogos” materialistas, el haber inventado más que observado, el haber deducido a priori un sistema “psicológico”, en vez de seguir fiel mente lo que revela la experiencia. Maine de Biran se presenta como un espíritu positivo. Sólo quiere observar los hechos, sin ideas preconcebidas, de un modo atento y pro fundo. Sin embargo, la observación de la que él habla no es más que la introspección, y lo que llama experiencia es el “hecho” interior, el dato de la conciencia íntima. En realidad, más que una revolución psicológica, el “biranismo” es una revolución metafísica. Kant acababa de descargar rudos golpes contra la metafísica considerada como sistema del mundo; a principios del siglo XIX, la astronomía y la física, desde hacía tiempo bien establecidas, y la química, que había de progresar con pasos de gigante, sustituyen a la filosofía especulativa en la tarea de la explicación del cosmos; y el filósofo se repliega a posiciones más seguras, en el campo de la vida interior. Con Maine de Biran, la metafísica deja de ser una cosmología para convertirse en una filosofía del espíritu.En efecto, ¿cuáles son, para Biran, las enseñanzas de la experiencia interior? Como Descartes, Biran reflexiona sobre la conciencia de existir, sobre el yo. Para Biran, la toma de conciencia de uno mismo no se produce más que en el sentimiento del esfuerzo muscular, al que considera como “hecho primitivo”. El yo sólo se afirma oponiéndose, sólo toma conciencia de sí mismo contra una resistencia, que es la resistencia del propio cuerpo, sentida en la experiencia específica del esfuerzo. En el esfuerzo, yo no soy únicamente un cuerpo crispado y dolorido; soy también una voluntad superior al cuerpo, “hiperorgánica”, que continúa su esfuerzo a pesar del dolor. La experiencia del esfuerzo es, pues, una experiencia metafísica o, si se prefiere, meta biológica; yo me pongo a prueba como libertad y como trascendencia, contra la resistencia y el dolor de mi propio cuerpo. Personalidad, conciencia de sí mismo, voluntad, son una misma cosa. El biranismo es una nueva versión del cogito. El “me esfuerzo, luego soy” sustituye al “pienso, luego existo”.El análisis interior o, como dice Maine de Biran, la “reflexión concentrada” que lleva a conclusiones me tafísicas, es algo que volvemos a encontrar en Ravaisson y, más tarde, en Bergson. Bergson no admite la inteligencia como método de aproximación a la vida interior. En efecto: durante milenios, la inteligencia se ejerció exclusivamente sobre el mundo exterior de las cosas, sobre la materia, sobre el espacio. El hombre, apremiado por las exigencias de la acción, fue al principio un puro “técnico” de la materia, un horno faber. Este largo comercio con la materia, con el espacio, infundió a la inteligencia unos hábitos muy arraigados: el hábito de explicar dividiendo, analizando, midiendo. Ahora bien, estos procedimientos intelectuales, aplicados a la vida interior, sólo pueden deformarla. Aquí, el análisis es engañoso. Sugirió a los asociacionistas la idea de que existen “átomos menta les”, dicho en otras palabras, estados de conciencia de contornos bien definidos, cuando, en realidad, los estados de conciencia se funden entre sí como los colores del sol poniente o como las notas de una sinfonía. No hay estados de conciencia separados, sino una corriente continua de conciencia, realidad viva que se transforma y se enriquece sin cesar. Además, la vida interior no puede prestarse a ninguna clase de medición. Pues, a diferencia de las cosas materiales, no se extiende en el espacio, sino que se desarrolla en la duración. Y la duración no es mensurable. El tiempo que mide el físico no es más que el espacio recorrido por algo que se mueve, en un movimiento presunta mente uniforme. Pero mi duración interior, brincadora al ritmo de mi alegría, lánguida en tiempo de tedio, no es homogénea, no es mensurable. Por consiguiente, la inteligencia, modelada por la acción sobre el mundo exterior, no puede comprender con sus hábitos de análisis y de medición el “móvil” de mi vida interior, realidad concreta, continua, duración viviente. Bergson quiso sustituir la in trospección intelectualista por una forma de conocimiento que no descubriría la vida interior al captarla. Tal sería la “intuición”, definida por Bergson como una “especie de simpatía”, por la cual se intenta penetrar en el corazón mismo del objeto a conocer, “para coincidir con él en lo que tiene de único y de inexpresable”. Esta ‘misteriosa intuición, “visión directa de la mente por la mente”, revelaría lo que Bergson denominó, en su primera obra, “datos inmediatos de la conciencia”. El tema mismo de este libro (1889) aclara perfectamente las intenciones de la “psicología” bergsoniana. Se trata de refutar los argumentos de los deterministas, apelando a la experiencia interior, a la intención directa de la libertad. Los deterministas consideran que nuestras acciones son producto de los móviles que las determinan y que, por consiguiente, el hombre carece de “libertad’ Pero, según Bergson, silos deterministas asimilan nuestras deci-siones a resultantes, es porque consideran el acto voluntario cuando se ha enfriado ya, después de su realización. El psicólogo determinista analiza el acto a posteriori, como el que hace la autopsia a un cadáver. El acto se da como una cosa, se deja disecar y aparece fácilmente como “consecuencia” de múltiples “factores”. Pero, si quiero describir el acto que se está realizando, el lenguaje mecanicista es insuficiente: una decisión se vive en la du ración, no es un objeto en el espacio, susceptible de análi sis y de medición. En realidad, no hay móviles separados en la fuente de nuestras decisiones, sino una maduración del proyecto, una verdadera creación libre, viva, cuyas pe ripecias capta la “intuición” del “psicólogo”.La obra de Bergson titulada Materia y Mernoria (1898) utiliza una información científica extensa sobre las enfermedades de la memoria; pero también aquí se trata de llegar a una tesis metafísica: la autonomía de la mente con referencia al cuerpo. Dado que las alteraciones del cerebro no eliminan definitivamente nuestros recuerdos, podemos deducir que la memoria es algo distinto de la materia; el cuerpo no es la fuente del pensamiento, sino sólo su instrumento: la “psicología” desemboca inmediatamente en una filosofía del espíritu. El enorme talento de Bergson, y sin duda también la orientación espiritualista de su filosofía —que nos da la esperanza de “vencer a la muerte”— explican el gran éxito que alcanzaron sus obras. Pero, desde un punto de vista propiamente psicológico, tal vez su teoría más fecunda fue la de la inteligencia, ligada a la acción, modelada por el contacto con la materia y definida como “facultad de fabricar útiles”. Los modernos psicólogos de la inteligencia, considerada sobre todo por ellos como aptitud para resolver problemas prácticos, deben a esta preciosa intuición bergsoniana mucho más de lo que suelen reconocer. Bergson, filósofo abocado sobre la vida interior, metafísico espiritualista, ¡fue, sin embargo, el primero que se planteó el problema de la inteligencia práctica! Entre el pensamiento conceptual del horno sapiens y el instinto animal, descubre el campo de la inteligencia técnica y plantea el problema del homofaber, abriendo de este modo un campo primordial importancia a la investigación ulterior.Al lado de Bergson, conviene mencionar al psicólogo americano William James, aunque no sea un filósofo tan grande como Bergson. Su doctrina tiene menos amplitud, menos coherencia. Pero es, indiscutiblemente, el pionero de la psicología en América, que, antes de él, no se enseñaba siquiera de un modo organizado. Sin embargo, las tendencias de su psicología aparecen diversas e inciertas. Su primer trabajo se publica en Mmd, en 1884; es su famoso artículo sobre la emoción: según él, la emoción no es más que el contragolpe, en la conciencia, de fenómenos fisiológicos; no es una actitud de la conciencia, sino una conciencia de la actitud. No hay que decir “veo un oso, tengo miedo, tiemblo; sino “veo un oso, tiemblo, tengo miedo”. Esta orientación resueltamente fisiológica parecía predestinar a James a una psicología cien tífica de laboratorio, y, en efecto, James fundó, en 1876, el primer laboratorio americano de psicología. Pero pronto confió su dirección a uno de sus ayudantes y él se adentró en el camino de la psicología introspectiva. Como Bergson, es sensible al carácter móvil, concreto e indiviso de la vida interior. Describe prolijamente el “stream of thought”, la corriente de conciencia. Permanece apegado a la introspección, que sostiene que es el método funda mental de observación en psicología. Su Compendio de Psicología (que tiene más de seiscientas páginas y resume una obra todavía más voluminosa, los Principios de Psicología) sigue siendo una obra clásica, cuya lectura atrae por la finura de sus análisis, siempre concretos y vivos. Pero esta psicología, como la de Bergson, es esencialmente filosófica.Sin embargo, ya en el siglo XIX, el método introspectivo había sido objeto de duras críticas. Augusto Comte había dirigido contra él un argumento que sigue siendo célebre:la introspección no reúne las condiciones de una buena observación. En efecto: para que sea posible una observación exacta, es preciso que el sujeto que observa y el objeto a observar sean bien distintos. Así como no es posible estar en la ventana y verse pasar por la calle, tampoco se puede, simultáneamente, vivir y verse vivir, pensar y verse pensar. “El individuo pensante no puede dividirse en dos, uno de los cuales razone, mientras el otro le observe razonar.” En realidad, según Augusto Comte, la noción misma de hombre interior está puesta en tela de juicio. Comte no otorga ningún sitio a la psicología en su clasificación de las ciencias. La materia psicológica se re parte entre la ciencia biológica y la ciencia sociológica. El hombre es un organismo y una historia. Todo lo que hay en el hombre que escapa a la fisiología, se explica por la historia, es decir, por el momento de la civilización en que vive y de la que es heredero. El individuo no es más que una abstracción; el hombre no puede conocerse volcándose sobre sí mismo, sino estudiando la historia de las ciencias, que es la verdadera biografía de la inteligencia. La mente sólo se conoce por sus obras, y la ciencia del hombre no puede tener más objeto que la humanidad en su desarrollo histórico. Por lo demás, ene! siglo XIX, todas las filosofías de la historia tratan de desacreditar la interioridad psicológica; según Hegel, la conciencia individual no es más que una abstracción. Lo concreto es la totalidad de la historia, de la que cada yo no es más que un ínfimo momento, y el yo sólo conoce su propia verdad si se sitúa en su lugar, en el contexto de la historia. Si queréis conocer al hombre, no hagáis psicología, sino más bien estudiad la Historia, las religiones, las lenguas. La significación de la conciencia reside en el mundo exterior de la cultura, no en el vacío de su propia soledad. Igual punto de vista sostiene Marx, para quien la conciencia no es más que el reflejo del mundo materia!, y muy en particular económico, en el que surge. La verdad del hombre está en su relación con la naturaleza, en su relación con la sociedad y sus con flictos de clase, en la praxis, es decir, en la acción colectiva, y no en un repliegue solitario, en una egoísta introspección.  Esta expresión particularmente exaltada del escritor Antonin Artaud (del que sabemos que estuvo internado en varias ocasiones en sanatorios psiquiátricos) aparece como la imagen misma de la psicología. Pues el fin del psicólogo es ayudar al sujeto a comprenderse a sí mismo, a conocerse mejor, a desarrollarse, a realizarse plenamente. Incluso cuando se producen errores en un tratamiento psiquiátrico (y este fue, desgraciadamente, el caso del infortunado Artaud), la intención del especialista sigue siendo la de librar al paciente de sus trastornos, de sus angustias y de su duda. Aunque, según Nietzsche, “no es la duda, sino la certidumbre, lo que vuelve loco”. CONTINUARA EN PSICOLOGÍA GENERAL 2 |